Nuevos emprendedores de Gamones demuestran que con creatividad y ganas de trabajar es posible vivir en el medio rural
IRENE GÓMEZ, GAMONES Mientras estadísticas y estudios transmiten machaconamente mensajes poco alentadores sobre el futuro del medio rural, emergen ejemplos edificantes que transmiten todo lo contrario. No es necesario mirar muy lejos. Gamones, un pueblecito de la comarca de Sayago, a escasos kilómetros de la frontera portuguesa y enclavado dentro del Parque Natural Arribes del Duero, aporta una lección de futuro de la mano de un puñado de emprendedores, jóvenes y arriesgados, empeñados de demostrar que en el pueblo también hay porvenir. Con una cantera de ganaderos jóvenes -seis explotaciones en manos de hombres y mujeres que no superan la cuarentena- y una ceramista que junto a su familia abandonó el bullicioso Madrid en busca de nuevos aires, el ejemplo de Gamones aporta toda una corriente de aire fresco en tan aciagos tiempos. A Nuria Martín y Nazario Marino les une un espíritu emprendedor que desarrollan en el pueblo, convencidos de que «Sayago tiene cosas interesantes para rentabilizar». A sus 29 años, Nazario ya ha tenido que sortear dificultades y sinsabores. Hijo de ganaderos y sayagués por los cuatro costados, hace una década que se planteó embarcarse en algo novedoso para complementarlo con la explotación de ovino. Unos cursos sobre apicultura le abrieron los ojos. «Al ver que aquí no había ninguna productora apícola empecé a hacer un plan de inversión», y fue así como maduró un proyecto ya real, impulsado con las ayudas procedentes del Parque Natural y las que ofrece la Junta para modernización de explotaciones agrarias. Con unas trescientas colmenas en explotación, Nazario Marino ha construido una nave de elaboración y envasado de miel de la que en julio de 2008 salió la primera cosecha «totalmente artesanal». Los inicios no fueron fáciles; a las dificultades propias de un negocio nuevo se sumó un problema de mortandad de las abejas, por síntoma de despoblamiento de la colmena, que llegó a afectar al 60% de la ganadería. Un golpe del que no se ha recuperado totalmente, aun con un 15% de bajas. «Yo vengo de las ovejas y en mi familia no había tradición en la apicultura, salvo mi abuela que tuvo unas colmenas», explica este joven agricultor, asentado en su pueblo tras un intento de buscarse el pan fuera del mismo. Nazario Marino estudió Formación Profesional agraria con la idea de trabajar en empresas del sector, «pero como no me salió nada interesante opté por volver a la explotación de mis padres». ¿Es posible vivir de esto dignamente?. «Es complicado sacar cualquier cosa adelante porque estamos en zonas muy despobladas. Y luego luchas contra otras cosas, como la envidia y la competencia. Cuando empiezas con algo novedoso te encuentros con muchos recelos, dimes y diretes», se sincera. Y más. «Las distancias de los mercados encarecen el producto, aunque creo que la miel tiene futuro porque en Sayago no está rentabilizada». Todo lo que Nazario posee de emprendedor lo tiene también de cauteloso. «Hay que subir la escalera de uno en uno, no de tres en tres», reflexiona este joven que no duda en dar posibilidades a Sayago, «siempre que no se meta el politiqueo». Confía en el trabajo y la colaboración de forma privada, «entre nosotros», más que en altisonancias. Buena prueba de ello es la colaboración con su vecina, la ceramista Nuria Martín, que realiza regalos de empresas o bodas a los que se incorporan productos de la tierra, como la miel de Nazario o mermelada de Fornillos. Nuria es otro ejemplo de futuro en el medio rural. Su caso es aún más especial por el asentamiento de toda la familia en Gamones (con su marido y sus dos hijos), dejando atrás lo que parecía una acomodada vida en Madrid. La ascensión empresarial ha sido meteórica. Compraron la casa, montó el taller y su negocio ya cuenta con el distintivo de Marca Natural dentro del Parque de Arribes del Duero. «Estoy encantada; cuando empecé pensaba que iba a ser más difícil, pero la verdad es que las ferias y el boca a boca están funcionando muy bien». Nuria, hija de Carlos Martinu un prestigioso ceramista de porcelana, desmontó su taller en Madrid y se vino con los trastos a Gamones, donde desarrolla una vasta capacidad creativa que no sabe de horarios ni fiestas. «Cuido mucho al cliente; al turista que viene a Sayago le gusta mucho encontrar artesanos y ver lo que hacemos, busca la originalidad». Por ello, no duda en calificar esta comarca como «un museo etnológico viviente».Ella lo vio claro desde el principio. «En Madrid todo era más complicado; más tiendas, más competencia. Aquí, al ser más pequeño, estás en familia, el trato es personalizado, se puede ver lo que hacemos y cómo lo hacemos», explica esta nueva pobladora de Sayago mientras pinta una pieza. No pierde el tiempo. El éxito de su empresa radica también en «horas y horas» de trabajo, tanto que a veces no da abasto. Llegan encargos con fecha de entrega «y hay que cumplir». Por ello, no es extraño ver algunas veces a las vecinas echar una mano. «Ellas encantadas y yo más». Lo cierto es que en apenas dos años Nuria se ha hecho un digno hueco en el mercado. El año pasado participó por primera vez en la Feria de la Cerámica de Zamora y no se pierde las de la comarca o las que fuere menester. «Te salen buenísimos clientes», apunta, y facilita la colaboración con otros empresarios y artesanos de la zona. «Nos apoyamos unos a otros. Si vienen turistas a mi taller yo les doy tarjetas de otros compañeros y ellos hacen lo mismo». Quizá ésa sea otra de las claves del éxito de un negocio en un recóndito pueblo de la frontera, tan apetecible para quienes huyen del mundanal ruido. «Hay gente que se está viniendo a Sayago. Nietos que abren las casas de los abuelos, incluso personas que no tienen nada que ver con esto, como nosotros. Si tuviésemos más promoción seguro que se atrevería más gente a dar el paso», dice convencida, aunque lamente los problemas de comunicación que traen de cabeza a muchos pueblos. Conectarse a internet es toda una batalla. No renuncia a seguir luchando. Porque, al fin y al cabo, lo que ha conseguido Nuria y su familia es nada más y nada menos que «un sueño hecho realidad. Y tengo que luchar por ello».
martes, 2 de marzo de 2010
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